sábado, 23 de abril de 2016

¿IMPEACHMENT O IGNOMINIA?

Transcripción de lo expuesto en la columna cuyo video está aquí a disposición.

"Ignominia:  ese es el término que considero más acertado para definir lo que lastimosamente pudimos observar desde los aparatos de televisión de la mayor parte de Brasil y de nuestra ciudad de Rivera hace pocos días.  Según el diccionario de la Real Academia Española, el término ignominia define un estado de afrenta pública.  Y si esto es así, ¿de qué otra manera podríamos llamar a lo observado el pasado domingo?  Si bien es cierto la opinión pública respecto a la situación que se vive en el vecino país estuvo dividida en dos mitades, y eso hay que decirlo sin fanatismos, fue así, aunque a los que defendemos el gobierno de Dilma nos duela, luego de la sesión de la cámara de diputados brasileña que definió la apertura del camino para el proceso de destitución de la Presidente, algo ha cambiado.  Y no era para menos;  el bochorno que fue aquella sesión, con actos patoteriles de indignos representantes que más se parecían a una barrabrava organizada de Flamengo o de Palmeiras, gritándole al oído a aquellos que no acompañaban el voto por el SÍ, mientras ovacionaban desforadamente a quienquiera que fuera que votara por esa opción, no importando sus antecedentes criminales o el contenido de sus vergonzosos y vergonzantes discursos.
  Allí pudimos ser testigos de las ridículas expresiones de una Diputada que, poniendo como ejemplo de buena gestión a su esposo, Prefeito de la ciudad de Montes Claros en el estado de Minas Gerais, daba histéricos saltitos mientras también histéricamente gritaba repitiendo una y otra vez si, si si si.  Lo que no nos esperábamos en ese entonces, era que pocas horas después, el vanagloriado esposo de la Diputada terminaría tras las rejas por desviar fondos de hospitales públicos, para beneficiar un hospital privado, casualmente gerenciado por la familia de tan “honorables” ciudadanos.
         Pudimos observar innumerables expresiones de repudio a quien conducía la sesión, el Diputado Eduardo Cunha, reo de la justicia brasileña, que insólitamente se ha transformado en pieza clave de la oposición para hacer el trabajo sucio de lograr el ansiado fin de terminar con el gobierno Dilma.  Fueron muchos los legisladores que le espetaron epítetos tales como ladrón, corrupto, indigno y otros más, sin que Cunha se inmutara. 
         Vimos cosas tales como por ejemplo a un ridículo personaje como el mal payaso y peor cantante Tiririca, mostrarse como aún peor diputado, al haber confirmado horas antes que votaría no, para al momento de emitir el voto, decir “por el Brasil, mi voto es sí”.
         Vimos escupitajos, vimos groserías de todo tipo, pero la frutilla de la torta fue ver algo que con sinceridad no imaginé que podría ver en mi vida: el voto de un diputado electo en un sistema democrático, hacer una verdadera apología de un golpe militar y peor que eso, ser ovacionado por unos cuantos;  ciertamente, más que los que lo abuchearon.  Escuchar a Jair Bolsonaro felicitar al corrupto presidente de la cámara Eduardo Cunha, recordar a los militares de 1964 y dedicar su voto a aquel que en su momento fuera responsable por la tortura de la actual Presidente, fue de una bajeza, de una inmoralidad, de una afrenta a la condición de “humano” que debiera poseer cualquier hombre, que bien mereció un escupitajo que infelizmente no llegó a destino.  Es más, en un país que se supone serio, merecería un proceso judicial.
         Todas estas cosas que mencioné, no son lo más grave entre todo lo que pudimos ver ese día;  creo que lo que más nos queda en la memoria es la convicción de ver un nivel intelectual, político y moral, paupérrimo en buena parte de la clase política brasileña.  Porque en todo momento primó el evidente revanchismo, el odio, la protección de los intereses corporativos y personales y en ningún momento se puso sobre el tapete la verdadera razón que impulsó el proceso de impeachment, que es que fue la única forma de hacerse del poder, por parte de una clase dominante que no lo logra a través del voto popular.  Hubo algunos, muy pocos, infelizmente, votos por el SÍ,  que a pesar de no compartirlos, los entiendo.  Son aquellos que en su argumentación decían considerar que era la única alternativa de pacificar el país y que luego irían por la cabeza de Cunha y sus secuaces. 
         Es una verdadera pena que la enorme mayoría de las fundamentaciones, las hayan hecho en honor a las esposas, hijos, madres, futuros hijos, dictadores, torturadores, etc.  pero bueno, no podríamos esperar otra cosa, viniendo de un parlamento que tiene buena parte de sus integrantes, involucrados en actos de corrupción, a diferencia de lo que sucede con la Presidente.
         La excusa, lo que los brasileños denominan “pedaladas fiscales”, que no son otra cosa que prácticas tan viejas y tan usadas en todos los ámbitos administrativos, que a nadie llama la atención.  En nuestro país, la transposición de rubros es moneda corriente.  Se podrá decir que en Uruguay no es delito.  Pues bien, entonces tomemos como ejemplo lo sucedido en buena parte de los estados brasileños, o las prefeituras, donde esa práctica es moneda corriente y no por ello se procede a terminar anticipadamente con sus gobiernos.
         Ahora vendrán tiempos difíciles.  Si bien es cierto falta la instancia en el Senado, la cosa, políticamente parece juzgada.  Aunque a nivel de la población es evidente que ya las opiniones no están tan parejas.  Estoy seguro que si se hiciera una encuesta seria, hoy la opinión sería bastante más favorable a nivel de la población, para la opción de la permanencia de Dilma en el poder.  Y aún más, luego de conocerse que en este juego del toma y daca, ya hay negociaciones que incluirían un pedido de amnistía para Cunha en el caso de que el actual vicepresidente Temer, llegue finalmente a la presidencia.  Sería un nuevo y asqueante hecho en esta tan sucia situación en la que infelizmente somos meros testigos.
         De todo esto nos queda, como uruguayos, reconocer que en nuestro país, aún en las peores diferencias, este tipo de bajezas no parece posible que se puedan ver.  Consuelo del tonto, se podría decir; y sí, hasta podríamos llamarlo así.  Pero comparándonos con el sistema político brasileño, es bueno decir que es un alivio ser uruguayo".