lunes, 10 de septiembre de 2018

Y LLEGÓ NOMÁS A LOS CIEN PIRULOS



      
    El pasado sábado 8 de setiembre, finalmente, luego de tanto tiempo de espera, de preparativos, de ansiedad, llegó el momento que desde hace años deseábamos que llegara en las condiciones en que    llegó: el día en que celebraríamos el centenario de mi padre.
Con honestidad, debo decir que soy un tipo de mucha suerte; soy realmente afortunado de haber nacido en el seno de una familia como pocas.  Tuve, al igual que mis tres hermanos, la dicha de tener padres que se brindaron por entero por nosotros, aún en aquellos momentos de mucha dificultad, puesto que en casa jamás sobró nada; siempre vivimos con lo justo, porque los ingresos eran menguados.  Sin embargo, todos tuvimos la oportunidad de estudiar, de formarnos profesionalmente en áreas muy distintas unos de otros, pero fundamentalmente, de haber adquirido el sentido de la buena educación y del respeto hacia los demás. 
Ese es el mayor legado de nuestros padres: haber hecho de nosotros, personas de bien que intentan honrarles a cada día.
Mamá se nos adelantó en el viaje hace ya diez años, dejándonos enorme nostalgia que nos acompañará hasta el final de nuestros días. Uno se acostumbra, por supuesto; pero siempre estará esa espinita pinchándonos para que la recordemos en cada ocasión.
Y nos queda papá, el viejo “Marengo”.  Aquel que posiblemente, si se le llama por su nombre real, en una de esas ni se reconoce.
Fueron pasando los años y a medida que se aproximaba la fecha, crecía la expectativa por ver cómo estaría sanitaria y mentalmente como para festejar el centenario.
Y el día llegó encontrándolo perfectamente lúcido y con unas ganas bárbaras de pasarla bien.
Disfrutó, disfrutamos, se emocionó, nos emocionamos, se cansó, nos cansamos…
Pero quién puede decir que no fue una experiencia por demás marcante en nuestras vidas, porque como dijeron varias de las personas que le enviaron saludos, no es común llegar a esa edad, y mucho menos en esas notables condiciones en que se lo ve.
Ojalá el viejo nos acompañe por mucho tiempo más para que podamos seguir disfrutando de sus anécdotas, su experiencia, en fin, para seguir aprendiendo de él, cada día un poco más.

A continuación, les dejo algo de lo que en la ocasión vivimos.