LA MUERTE DE VIDELA ME TRAE RECUERDOS

Hoy es un día de reflexión.  Ha muerto el inmundo dictador argentino Jorge Rafael Videla.  Recuerdo como si fuera ayer, aquel incuestionable y ejemplarizante juicio a la junta militar que encabezó, pues ese año había llegado yo a la República Argentina y el tema era obligado en todos los ámbitos.  Recuerdo cómo se celebraba por parte de la totalidad de mis compañeros de trabajo, vecinos, en los ómnibus, trenes, subtes, en las tiendas, supermercados, panaderías.   Recuerdo que me impactó tal unanimidad de pensamiento, demostrando que la herida dejada por la dictadura había calado tan fuerte, que no abría siquiera una hendija para dejar pasar algún dejo de nostalgia de los terribles años previos a la asunción de Raúl Alfonsín.   Fue por ese mismo sentimiento, que años después, cuando el mismo Alfonsín primero y Carlos Menem después, claudicaron otorgando impunidad a seres tan despreciables, la ciudadanía argentina (con participación de muchos de nosotros), organizó la mayor marcha de protesta que se tenga memoria en aquél país.  Partiendo de la Plaza del Congreso,  recorrimos Callao, Santa Fé y la 9 de julio, en una demostración inequívoca de que nadie, absolutamente nadie fuera del aparato de gobierno, era capaz de comprender o avalar la absurda decisión.  Tanto fue así, que a Alfonsín le costó perder totalmente la gobernabilidad, y a Menem le obligó a entrar en una espiral de corrupción pocas veces vista, como para poder sostenerse en el gobierno e incluso poco después reelegirse.  Pero aún así, el pueblo argentino supo buscar los mecanismos propicios para evitar que aquellos oscuros personajes, quedaran impunes.

   Siempre hubo y siempre habrá, desgraciadamente, algunos de los otros.  De aquellos que piensen que se vivió mejor en dictadura.  Acá también.  En Uruguay los hay y en Rivera los hubo y los hay.  Hace algunas noches, escuchaba yo el programa de radio que conducen Gerardo Hernández y Nestor Chávez, cuando ciertamente en uno de sus característicos sarcasmos, Gerardo le propuso a un invitado, analizar el porqué de que en Rivera no tengamos una calle con el nombre de un ex presidente de la República, oriundo de estas tierras, como lo fue Aparicio Méndez.  El invitado, dirigente frenteamplista, obviamente cuestionó y reprobó tal posibilidad.  Sin embargo, ese momento me hizo recordar cuando muchísimos años atrás, un conocidísimo y respetado comunicador ya fallecido, en su espacio de reflexión próximo al mediodía,   manifestaba su “orgullo” por el hecho de que el presidente uruguayo designado por los militares, fuera un hijo de esta tierra.  Y por desgracia, recuerdo que en mi barrio e incluso en mi entorno familiar, se celebraban tales expresiones. 

   Aún hoy, en algunos ámbitos es posible advertir que en esta tan particular ciudad, quedan algunos que continúan pensando de aquella manera.  Sin embargo, tengo la plena convicción de que algo ha cambiado.  No creo que llegado el caso, esta ciudadanía volviera a ser merecedora de la vergüenza que en su momento representó haber visto ganar una propuesta de perpetuidad de gobierno militar como cuando aquí ganó el SÍ en el plebiscito de 1980. 

  Por suerte, creo que a diferencia de lo que decía aquél comunicador, al menos en ese aspecto, Rivera ya no es tan así.