UN NUEVO ASENTAMIENTO CREADO EN RIVERA
Corría
el año 2006, cuando en una noche muy lluviosa, recibí en mi domicilio a dos
personas que llegaron absolutamente desesperadas por una situación que les
tocaba vivir. Representaban a nueve
familias que meses atrás, incentivadas por un dirigente político que actuó con
suma irresponsabilidad, ocuparon un terreno particular. Esto generó que el propietario del terreno,
al tener dificultades de comercializar los terrenos de su fraccionamiento,
operara contra la intendencia de Rivera.
La respuesta recibida por los vecinos, de parte de la intendencia fue
que se instalaran en otro lugar, pues en ese otro sitio se dispondrían los
horcones como para que comenzaran a levantar sus nuevas viviendas. Nueve familias, algunas de ellas con muy
serios problemas, serían dejadas en la calle,, de no haber mediado un grupo de
vecinos de buena fe, que nos encolumnamos detrás detrás del compromiso de no
permitir semejante falta de sensibilidad social. Se insistió mucho, muchísimo, hasta que
finalmente desde el Ejecutivo departamental se accedió a brindar apoyo técnico,
canasta de materiales y el terreno, para que fueran los mismos vecinos quienes
construyeran sus casas. Esas casas
fueron inauguradas algún tiempo después trayendo una solución inconmensurable
para aquellas familias. Recuerdo que en
aquella ocasión, el entonces Intendente Tabaré Viera, me encomendaba la tarea
de informar ante la posibilidad de instalación de un nuevo asentamiento en el
barrio Santa Isabel. Pocas semanas
después le advertí que comenzaban a verse movimientos y construcción de casas
precarias en las proximidades de las calles Felipe Álvarez y Líber
Seregni. Jamás fui escuchado. Hoy allí está instalado el asentamiento de
mayores dimensiones de la ciudad de Rivera: La Colina. Que a diferencia de lo que se suele escuchar
en algunos medios, puedo afirmar que se trata de un asentamiento en el que los
niveles de delincuencia son bastante menores que en muchos barrios de nuestra
ciudad. Lamentablemente se lo ha
estigmatizado y se suele creer que aquello es tierra de nadie, cuando en verdad
esa visión dista mucho de la realidad.
Por desgracia, las familias que allí viven, a cada instancia electoral
reciben la visita de oportunistas de todas las tiendas políticas, que
valiéndose de la necesidad de la gente van a prometer cosas que no están en sus
manos resolver. Ese lugar olvidado fue
creciendo paulatinamente y hoy cuenta con algo así como trecientas casas que
albergan a un número aún mayor de familias que esperan ansiosas la
regularización del asentamiento. Mucha
agua ha debido pasar debajo de los puentes.
Durante todo el pasado año, la persona que debiera representar a la
Intendencia en la Mesa Interinstitucional no había concurrido a una sola
reunión, hasta que finalmente en la última se hizo presente; recogió la inquietud y se procedió a dar el trámite
correspondiente. Nueve años…nueve años
debieron pasar para que finalmente se reconociera por parte de la intendencia
departamental, que se debía dar una solución a tan acuciante situación.
Se
suele decir que el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es
el hombre. Y ello queda confirmado con
la situación que hoy se observa en una parte del barrio Mandubí. Dirigentes políticos inescrupulosos,
acompañados incluso por alguien que reviste condición de municipal, han
graciosamente alentado a personas humildes a ocupar terrenos que no son suyos,
generando un nuevo asentamiento que hoy ya cuenta con algo así como 15 casas.
¿Quién le otorga a esas personas inescrupulosas, la potestad de decirle a una
familia que ocupe un terreno? ¿Quién les dice a esas personas, que lo que hicieron
es indecoroso, por no atreverme a decir delictivo, pues no sé si ello es
efectivamente así? ¿Hasta cuándo, desde el sector político mayoritario de
Rivera se seguirá incentivando esas prácticas inmorales? Por desgracia creo que
por mucho tiempo más, puesto que a alguno de esos dirigentes, hoy se lo premia
con un empleo rentado como funcionario municipal.
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