jueves, 21 de julio de 2011

DE HIPOCRESÍA SABEN BASTANTE (Parte 2)

       







  En el 2009 escribía una nota con el título que presenta ésta.  Ese es el motivo por el cual a la actual reflexión le agregué el “Parte 2”.
  Cuesta entender la lógica que impulsa a algunos de los que hoy piden a gritos la baja de la edad de imputabilidad. 
  ¿Por qué digo algunos?  Porque obviamente soy consciente de que muchos de los que hoy firman e incluso se ofrecen para recolectar las adhesiones al proyecto del hijo del dictador, son personas bien intencionadas.  Tal vez sean personas desinformadas, informadas a medias o sencillamente  sean personas que piensan diferente de mi modo de ver las cosas.  No me creo dueño de la verdad ni mucho menos.
  Es por eso que no me enfada el hecho de que se recolecten firmas para bajar la edad de imputabilidad (o subirla, pues como se ha dicho hasta el cansancio, hoy los menores son imputables en Uruguay desde más temprana edad que los 16 años propuestos).
  Sí me molestan algunos argumentos y principalmente cuando son utilizados por algunas personas de dudosa o nula moralidad o ética a la hora de exigir justicia en el real sentido de la palabra.
  Oír a dirigentes del Partido Colorado de Rivera, especialmente del sector gobernante, hablar de la inseguridad sería risible si no fuera trágico.
  Un sector político que ha hecho de la gestión gubernamental una inagotable fuente de recursos  para reconocidos delincuentes, no debería tener la desfachatez de pedir cárcel para menores infractores.
  ¿Qué diferencia hay entre un joven que como producto de la crisis que nos regalara el partido colorado en el gobierno en el año 2002, sale a “hacerse la diaria”, y algunos delincuentes que hoy son cobijados por el aparato que nos gobierna en el departamento? 
  La diferencia es muy pequeña pero a la vez muy conveniente para los gobernantes locales.  Mientras los primeros son vulnerables por no tener un continente familiar que los oriente, los segundos son los “siervos útiles”.  Los que acostumbran hacer el trabajo sucio que solo los inescrupulosos pueden hacer.  Los que recorren los barrios periféricos prometiendo empleos, cargas de balasto, ladrillos, caños de hormigón y regalando canastas, pago de facturas, etc. 
  Pero son tan o más delincuentes que los jóvenes a los que quieren encerrar desde los 16 años.  Y están allí.  En el edificio de la calle Agraciada 570.  Son defraudadores que adulteraban boletas para obtener un beneficio propio, son abigeos (para los que no lo sepan, no son otra cosa que ladrones de ganado) y hasta algún que otro agresor que hiriera con arma blanca a un correligionario.  Allí están todos bajo el tibio manto de la redención colorada para que dentro de pocos meses, vuelvan a hacer el trabajo sucio que sus amos dicen desconocer.
  ¿Verdad que viéndolo desde esa óptica cuesta creer que no se pida cárcel para otro tipo de delincuente?

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