lunes, 25 de noviembre de 2013

BALANCE AL RECIBIRME DE CINCUENTÓN





Sepan disculpar las imperfecciones.  Salió sin ensayo ninguno.

 
               Y bueno…finalmente llegó nomás.  No es que me preocupara, ni mucho menos, pero no es secreto para nadie que el aniversario Nº 50, el medio siglo de vida, constituye algo así como un marco en la existencia de cada uno de nosotros.  Algo así como un mojón.  Un antes y un después. Un número que metafórica y engañosamente se nos impone como siendo el punto medio de nuestra vida, cuando en realidad, quienes aquí llegamos, sabemos que hace rato estamos jugando el segundo tiempo.  Y acá llegando, se impone hacer un balance de lo que ha sido nuestro paso por el planeta hasta este momento, a la vez que debemos comenzar a prepararnos para lo que el de arriba, indefectiblemente dispondrá para nosotros.
         Es así, que quiero empezar parafraseando a Violeta Parra con aquello de “gracias a la vida, que me ha dado tanto”.  Lo he hablado en los últimos días con mi familia y coincidimos en decir que realmente puedo considerarme un hombre feliz.  Nacido en un hogar compuesto por un matrimonio bien constituido, donde el respeto mutuo siempre primó, tengo la dicha de tener dos hermanos y una hermana que son todo lo que cualquier persona puede querer.  Por supuesto no somos iguales ni jamás pretendí que lo fuéramos, pero a pesar de algunas pequeñas diferencias que a menudo afloran, cualquiera de nosotros se haría matar por el otro. Y ni que hablar por el viejo Marengo, nuestro padre, que desde sus 95 años es el referente que todo hijo quisiera tener y se enorgullece de reverenciar.
Ya hace cinco años y pico que se nos fue mamá, dejándonos el ejemplo de una mujer dedicada al hogar y a su familia, que junto con papá, supieron darnos a los cuatro hijos, la educación que ellos no tuvieron la oportunidad de tener.  Es así que hoy, los cuatro somos personas reconocidas y apreciadas en los respectivos ámbitos en los que nos movemos.  El mayor, en la música y la actividad gremial; quien le sigue, en la faz profesional y empresarial; la única mujer entre los cuatro, una destacada magistrado del Poder Judicial; y yo, como trabajador de la industria gráfica y permanentemente actuando social y políticamente junto a la comunidad.  Mis dos hermanos mayores me han dado 4 sobrinos, 3 mujeres y un varón, que son motivo de orgullo para este tío. A su vez, éstos han hecho posible que hoy tenga la dicha de ser tío-abuelo de 7 adorables sobrinos-nietos.
         La vida no me ha sido fácil si tengo que referirme a lo estrictamente financiero;  tampoco lo es ahora y dista muchísimo de serlo.  Pero para sobrellevar los avatares en esa área y todo el sostén imprescindible para salir airoso de las difíciles situaciones que me han tocado y me tocan vivir, desde hace 31 años cuento a mi lado con aquella que comparte mi existencia desde 1982.  Mi esposa, compañera, amiga, amante, socia y sobre todo amada Yanil.  Es con ella, con quien hace 23 años supimos traer a este mundo a Mariana, el mejor de todos los regalos que una pareja pudo pretender. La hija que todo padre quisiera tener.  En los momentos más difíciles de la vida de Yanil y mía, cuando cinco años atrás por poco no debimos partir de ésta para mejor vida, Mariana, con apenas 17 años, asumió como la mejor, las responsabilidades del hogar ante la imposibilidad de hacerlo por parte de sus padres.  Aún así no descuidó sus estudios y terminó la enseñanza media de manera satisfactoria.  Ya hace 4 años no vive con nosotros, pues se prepara para ser una profesional en poco tiempo más, pero el vínculo entre los tres, continúa tan estrecho como siempre.
         Esa circunstancia que hace cinco años por poco no nos cuesta partir a reunir anticipadamente con San Pedro, me dio la oportunidad de ver que cuento con pocos, pero los mejores amigos.  Ahí fue donde además de la familia, aparecieron los Bequer, las Maite, las Mara, las Raquel, las Alba, los Washington, etc., y junto con ellos apareció una sorpresa: la solidaridad de la gente de mi barrio, que fue factor fundamental para nuestra subsistencia, pues de lo contrario hubiéramos forzadamente “adelgazado” mucho.  Allí quedó evidenciada la veracidad de  todo lo que siempre se dice respecto del espíritu solidario de los riverenses.
         Esta reflexión no estaría completa ni haría justicia, si no hiciera referencia a los cinco años y pico que allá por la década de los 80’ me vieran recalando en la República Argentina.  País sobre el que digo que suele ser injustamente estigmatizado por gran parte de la ciudadanía uruguaya, pero que bien supo acogernos a tantos compatriotas, que en momentos complicados de nuestras vidas, hacia allá debimos partir. Y le tengo que agradecer sobremanera a ese país haberme regalado la posibilidad de conocer a mi amigo del alma, Pedro,  a quien he reencontrado después de 15 años sin vernos, pero que desde el momento que se produjo ese reencuentro, nos mantenemos permanentemente comunicados, incluso habiéndonos visitado mutuamente el último año.
          Entre las cosas más importantes que me han pasado en los últimos tiempos, obviamente pienso especialmente que hace dos años comenzó una etapa que se puede considerar como tardía, pero que viene siendo muy gratificante: el regreso a las salas de aula después de adulto.  Y aquí voy, transitando este camino.  Por estos tiempos, ya habiendo prácticamente culminado la mitad de la carrera de profesorado de portugués y deseando en dos años más, cumplir con esa meta.
         Si escribir estas pocas líneas no fue para nada difícil, pues intenté hacerlo con la mayor soltura posible para que realmente aflorara lo que se me venía a la mente, sin buscar términos académicos ni mucho menos, ahora puedo decir que todo lo que escribí, acaba de verse plasmado apenas un rato atrás.  Cuarenta y ocho horas antes de la fecha de mi cumpleaños, con la excusa de acompañar a mi hermana a “comer unos choricitos que a papá se le antojó hacer”, entré como un caballo.  Me tenían preparada toda una fiesta sorpresa a la que no faltó nadie.  Y yo, que no ando con vueltas para emocionarme, debí recurrir a alguna que otra servilleta para  secarme las lágrimas. 
Termino entonces esta breve reflexión, de la misma manera que la empecé: agradeciendo a la vida por la oportunidad de vivirla.  De ser lo que quiero ser y tener todo lo que para mí realmente importa. 
A todos quienes la hicieron y hacen posible, como habrán podido ver, soy agradecido, así que vayan a todos ustedes mis ¡¡¡muchas, muchas gracias!!!












No hay comentarios:

Publicar un comentario